Se celebra nuevamente el día mundial de la eficiencia energética y, sinceramente, no sabemos si hay mucho que celebrar. La actual situación de crisis económica nos está dejando un escenario realmente complicado: empresas que cierran, proyectos que se olvidan y ciudadanos en situaciones realmente delicadas.
No vamos a desarrollar aquí una radiografía de la situación, que ya es de sobra conocida por todos, pero sí queremos incidir en una de las posibles ayudas para salir de la crisis, la eficiencia energética. Esa gran buscada, difícilmente encontrada y que resulta que tenemos a nuestro alcance. La primera imagen, cuando hablamos de eficiencia energética, es pensar en sostenibilidad, en “brotes verdes”, y en ahorro. Pero, ¿cómo conseguir que la eficiencia energética sea una importante salida a esta situación? Esa es la gran cuestión. ¿Cómo puede ser que en 2013, en el mundo global, en el mundo tecnológico, en el mundo “sostenible” sigamos utilizando nuestra energía como en pleno siglo XIX?
¿Cómo puede ser que teniendo grandes instalaciones y grandes inversiones, sigamos utilizando la mayoría de los sistemas de forma manual? ¿Cómo puede ser que en pleno 2013, se sigan utilizando energías elevadamente caras y poco sostenibles cuando tenemos a nuestro alcance energías infinitamente más baratas y más sostenibles?
La eficiencia energética es un concepto, es una consecuencia. Es el resultado de aplicar, con sentido común, los equipamientos disponibles adaptando su uso a las verdaderas demandas de energía. Entonces, ¿por qué es tan complicado conseguir un resultado óptimo a partir de la mejora de la eficiencia energética?
Primeramente por la baja o nula concienciación que tienen o tenemos los usuarios sobre la energía. A día de hoy hay empresas que despiden a su personal antes de ajustar sus procesos productivos y realizar un control más estricto sobre el uso de la energía.
En segundo lugar, por las dificultades que nos ponen las grandes compañías energéticas, ocultando sus verdaderos intereses: vendernos más kilovatios ,y cuanto más caros mejor, enmascarados muchas veces en sus toques verdes y renovables. Nos quieren hacer creer que van a realizar inversiones, operaciones y propuestas para que el usuario consuma menos energía y encima... ¿que sea más barata?
Mucho más lejos de la realidad. Lo que nos ofrecen, oculto en sus facturas, son servicios que no deseamos y prestaciones fantasmas, aparte, claro está, de intentar mantenernos cautivos para evitar cambiarnos de compañía. La grandes empresas distribuidoras y comercializadoras juegan con los usuarios y compradores de energía como si fuésemos meros observadores del mercado. Comercializan con nuestros intereses, nos ofrecen, nos quieren y nos intercambian a los clientes para cumplir sus cupos. Un céntimo a un millón de clientes, son muchos millones al año. ¿Cuántos son los usuarios que demandan o protestan frente a las grandes compañías?
En tercer lugar los fabricantes, los lanzadores de ideas revolucionarias, siempre pintadas y enmarcadas en verde, lanzadores de modas, como la última: los leds. De la noche a la mañana, todos son fabricantes de leds con un a tecnología de última generación, con garantías decenales, etc. Y cuando realmente, se analiza un proyecto con seriedad, en el 80% de los casos no son la mejor solución. Si cambiamos todas las luminarias de un municipio de la noche a la mañana, cuando están funcionando, estamos tirando a la basura inversiones realizadas seguramente hace poco tiempo cuando lo que realmente hace falta, es gestionar eficientemente los equipos actuales. O llegado el caso, apagar luminarias.
En cuarto lugar, la administración, las normativas, los Reales Decretos, las directivas, la normas... Decenas, cientos de normas y leyes que realmente han salido mal enfocadas, mal diseñadas, mal implantadas, y que además no han contado con los medios suficientes para que realmente haya un seguimiento y desarrollo efectivo para las mismas. ¿Cuántos edificios que cuentan con supuestos sistemas eficientes, con certificaciones energéticas de difícil justificación, están actualmente ofreciendo los ahorros para los que fueron diseñados? ¿Cómo se puede gestionar un camino hacia la sostenibilidad, el ahorro y la eficiencia energética sin una dirección clara y con presiones constantes de lobbys energéticos?
Y en quinto lugar, los usuarios, los compradores de energía, los que mantienen el sistema. ¿Donde está la importancia del coste que supone la energía? No seremos conscientes del precio de la energía, hasta que el kW energético no cueste realmente lo que debería costar y hasta que no nos enseñen a tiempo real lo que eso supone, es decir que nos hablen en € reales, con impuestos, con tasas, con regulaciones, etc. y que nos trasmitan desde las instituciones la obligatoriedad o las ventajas de ser eficientes.
La eficiencia energética es un concepto, es una consecuencia. Es el resultado de aplicar, con sentido común, los equipamientos disponibles adaptando su uso a las verdaderas demandas de energía. Está en nuestra mano, en la del usuario y en la del que paga las facturas, el llegar a ser eficientes y consumir menos, en definitiva ser realmente eficientes.
Apostar por la gestión energética como pilar fundamental para conseguir la máxima eficiencia es fundamental para mantenernos en esta situación de crisis y avanzar en este mercado. La gestión energética, unida a su consecuencia, que es la eficiencia energética, es clave para mejorar la competitividad de cualquier negocio, empresa o institución. Por ello, aprovechando el Día Mundial de la Eficiencia Energética, insistir en que debemos valorar lo que tenemos, aprovecharlo al máximo, gestionarlo con eficacia y exclusivamente cuando los números y las finanzas lo permitan, incorporar soluciones técnicas que mejoren aun más nuestros consumos.Fuente: ENERGÍAS RENOVABLES El periodismo de las energías límpias
No vamos a desarrollar aquí una radiografía de la situación, que ya es de sobra conocida por todos, pero sí queremos incidir en una de las posibles ayudas para salir de la crisis, la eficiencia energética. Esa gran buscada, difícilmente encontrada y que resulta que tenemos a nuestro alcance. La primera imagen, cuando hablamos de eficiencia energética, es pensar en sostenibilidad, en “brotes verdes”, y en ahorro. Pero, ¿cómo conseguir que la eficiencia energética sea una importante salida a esta situación? Esa es la gran cuestión. ¿Cómo puede ser que en 2013, en el mundo global, en el mundo tecnológico, en el mundo “sostenible” sigamos utilizando nuestra energía como en pleno siglo XIX?
¿Cómo puede ser que teniendo grandes instalaciones y grandes inversiones, sigamos utilizando la mayoría de los sistemas de forma manual? ¿Cómo puede ser que en pleno 2013, se sigan utilizando energías elevadamente caras y poco sostenibles cuando tenemos a nuestro alcance energías infinitamente más baratas y más sostenibles?
La eficiencia energética es un concepto, es una consecuencia. Es el resultado de aplicar, con sentido común, los equipamientos disponibles adaptando su uso a las verdaderas demandas de energía. Entonces, ¿por qué es tan complicado conseguir un resultado óptimo a partir de la mejora de la eficiencia energética?
Primeramente por la baja o nula concienciación que tienen o tenemos los usuarios sobre la energía. A día de hoy hay empresas que despiden a su personal antes de ajustar sus procesos productivos y realizar un control más estricto sobre el uso de la energía.
En segundo lugar, por las dificultades que nos ponen las grandes compañías energéticas, ocultando sus verdaderos intereses: vendernos más kilovatios ,y cuanto más caros mejor, enmascarados muchas veces en sus toques verdes y renovables. Nos quieren hacer creer que van a realizar inversiones, operaciones y propuestas para que el usuario consuma menos energía y encima... ¿que sea más barata?
Mucho más lejos de la realidad. Lo que nos ofrecen, oculto en sus facturas, son servicios que no deseamos y prestaciones fantasmas, aparte, claro está, de intentar mantenernos cautivos para evitar cambiarnos de compañía. La grandes empresas distribuidoras y comercializadoras juegan con los usuarios y compradores de energía como si fuésemos meros observadores del mercado. Comercializan con nuestros intereses, nos ofrecen, nos quieren y nos intercambian a los clientes para cumplir sus cupos. Un céntimo a un millón de clientes, son muchos millones al año. ¿Cuántos son los usuarios que demandan o protestan frente a las grandes compañías?
En tercer lugar los fabricantes, los lanzadores de ideas revolucionarias, siempre pintadas y enmarcadas en verde, lanzadores de modas, como la última: los leds. De la noche a la mañana, todos son fabricantes de leds con un a tecnología de última generación, con garantías decenales, etc. Y cuando realmente, se analiza un proyecto con seriedad, en el 80% de los casos no son la mejor solución. Si cambiamos todas las luminarias de un municipio de la noche a la mañana, cuando están funcionando, estamos tirando a la basura inversiones realizadas seguramente hace poco tiempo cuando lo que realmente hace falta, es gestionar eficientemente los equipos actuales. O llegado el caso, apagar luminarias.
En cuarto lugar, la administración, las normativas, los Reales Decretos, las directivas, la normas... Decenas, cientos de normas y leyes que realmente han salido mal enfocadas, mal diseñadas, mal implantadas, y que además no han contado con los medios suficientes para que realmente haya un seguimiento y desarrollo efectivo para las mismas. ¿Cuántos edificios que cuentan con supuestos sistemas eficientes, con certificaciones energéticas de difícil justificación, están actualmente ofreciendo los ahorros para los que fueron diseñados? ¿Cómo se puede gestionar un camino hacia la sostenibilidad, el ahorro y la eficiencia energética sin una dirección clara y con presiones constantes de lobbys energéticos?
Y en quinto lugar, los usuarios, los compradores de energía, los que mantienen el sistema. ¿Donde está la importancia del coste que supone la energía? No seremos conscientes del precio de la energía, hasta que el kW energético no cueste realmente lo que debería costar y hasta que no nos enseñen a tiempo real lo que eso supone, es decir que nos hablen en € reales, con impuestos, con tasas, con regulaciones, etc. y que nos trasmitan desde las instituciones la obligatoriedad o las ventajas de ser eficientes.
La eficiencia energética es un concepto, es una consecuencia. Es el resultado de aplicar, con sentido común, los equipamientos disponibles adaptando su uso a las verdaderas demandas de energía. Está en nuestra mano, en la del usuario y en la del que paga las facturas, el llegar a ser eficientes y consumir menos, en definitiva ser realmente eficientes.
Apostar por la gestión energética como pilar fundamental para conseguir la máxima eficiencia es fundamental para mantenernos en esta situación de crisis y avanzar en este mercado. La gestión energética, unida a su consecuencia, que es la eficiencia energética, es clave para mejorar la competitividad de cualquier negocio, empresa o institución. Por ello, aprovechando el Día Mundial de la Eficiencia Energética, insistir en que debemos valorar lo que tenemos, aprovecharlo al máximo, gestionarlo con eficacia y exclusivamente cuando los números y las finanzas lo permitan, incorporar soluciones técnicas que mejoren aun más nuestros consumos.Fuente: ENERGÍAS RENOVABLES El periodismo de las energías límpias
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